CUENTOS DESDE AFUERA
Antes de las revoluciones técnicas y globales del siglo XIX, el campesino sedentario y el marino mercante eran, según Benjamín, los grupos sociales a los cuales se confería el rol de narradores.
Si por un lado los escuchadores acordaban su confianza al campesino por su permanencia en un lugar, por su capacidad de y reanudar los hilos del pasado, por el otro, estos también eran atraídos por viajeros que relataban historias de países lejanos, acercando -por medio de la palabra- distancias insuperables para el cuerpo de los oyentes.
Narradores y artistas comparten la voluntad de dar forma a lo invisible, a lo que es inaccesible para otros. Si bien la profesión del artista-viajero fue común hasta la mitad del siglo XX, ahora la situación ha sido radicalmente transformada con la aparente cercanía provocada por la sociedad de la comunicación.
La sensación de poder controlar todo a través de la red ha durante algún tiempo cohibido las formas de narración oral y anihilado la función del artista viajero, en el nombre de lo real y de la necesidad de verificar datos, desmenuzar cuestiones, actualizarse instantáneamente. Optar por esta vía significa olvidar lo que es la narración, lo que es el arte: la capacidad de hablar de lo real a través de caminos que no temen el contacto con lo maravilloso. Los artistas que renuncian a la proximidad que produce Internet asumen una posición política, una posición que reevalúa el valor de la experiencia, el ver de cerca y tocar, de volver y de narrar a su sociedad a través de la obra. Construir imágenes es construir identidad.

Nina Fiocco
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